LITTO NEBBIA, EL GATO DE SIETE VIDAS

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grabado

por CARLOS ROMERA

Al paso de los años, algunas canciones se unen al cuerpo como el perro de la casa. Pasan a ser parte de uno como la camiseta del grupo preferido, aquella que solo nos ponemos para los conciertos. Y a veces, esas canciones ni siquiera nos representan, nos identifican. Pero ahí se fueron colando, dentro de la piel, en el corazón a cuatro cuartos.

Litto Nebbia comenzó a llamarme la atención cuando explotó la primer socioeuforia argentina en los años ochenta. Litto ya llevaba carretera recorrida cantando sus canciones ingenuamente adolescentes con Los Gatos. La chica del Paraguas, Rosemary, en fin, canciones de dos neuronas, pero…. muy pegadizas. Una parte suya, aparte de la tontera que nos agarraba a los 17 por agradar, conquistar y triunfar en el amor, ya insinuaba algo más: Ayer nomás, o La Balsa, eran como la semilla de la protesta que luego campeó en el rock en tu idioma.

En el 81 yo regresaba de Alemania con la cabeza llena de revolución y  cambio, y Nebbia, después de 4 años de exilio en el DF, comenzó a escribir letras que llegaban en cassettes clandestinos, como Silvio Rodríguez, o el folklore de Mercedes Sosa.  Ya en el 83, cuando cae la sangrienta dictadura, Litto puede acceder a los grandes conciertos, y ahí si larga Quien quiere oir que oiga, o Solo se trata de vivir. Grandes canciones, que se latinoamericarizaron muy pronto.

Un día lo ví a Litto en la Embajada de Argentina, en un pequeño concierto que dió en ocasión de no se que evento que no me importó tanto como verlo a él, ya un poco calvo, golpeado por los años. Pero ahí estuvo lo de las canciones que les cuento. El cuerpo las reconoció y después el silbidito en el metro, salía solo, desde las entrañas.

Durante un tiempo me olvidé de Litto. Los aviones, los países diferentes, la gente nueva, te exigen mucha energía para comprehender los códigos nuevos sin los cuales no se puede sobrevivir en un nuevo país. El otro día, buceando en youtube en uno de esos días aburridos de semana santa, encontré un concierto de Litto nada menos que en un salón del Senado de Argentina, con varios senadores con cara de asco en primera fila, encorbatados y desagradables. Claro, es que daban a Litto un diploma, que se supone era una gran condecoración mandada a llamar como mi paisano el gran conservador Domingo Faustino Sarmiento.

Me sorprendió muchísimo verlo muy calvo, gordo, con lentes negros, y cantando nada menos que aquellos primeros temas adolescentoides testosterónicos. Y mas aun, cuando personas de aquel exiguo público, cantaban esos temas con él. Mala cosa, pensé, pero no dejé de escuchar el conciertillo, a pesar de lo limitado musical y escénicamente como se planteaba.

Nuevamente respondió mi cuerpo, y anduve un día silbando las cancioncitas. Y no solo eso, tuve que ponerme a buscar un disco que luego corrió mucho durante años, con poemas de la genial Mirtha Delfilpo, Melopea. Y días después, tuve tiempo para encontrar otros temas olvidados, que el cuerpo reconoció como cuando silbas a tu perro y corre a tu encuentro.

Claro, Litto nunca tuvo la promoción gigantesca de Gustavo Cerati, ni la fama política de Mercedes Sosa, y menos aun los focos y escenarios de Charly garcía o Fito Páez. Pero siempre estuvo ahí, cálido y creativo, como uno más de la familia. Aquí les dejo mis recomendados:

 

 

 

 

Feliz música, fílicos!

 

@xitlwild                                                                                                                                                                                         foto: www.unlp.edu.ar

 

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